Cuando tenía 16 años me acerqué a la teoría queer. Participaba de grupos de facebook, donde se hablaba a favor del transactivismo, la prostitución y muchas otras “luchas” posmodernas, como gente a favor de relativizar las relaciones con diferencia de edad (?). Finalizando mis 16, empecé a darme cuenta de la cantidad de varones abusadores con los que me relacioné, que me buscaban por la diferencia de edad, más bien, por pedófilos. Ahí mismo me alejé de la mayoría. Además, relacionado a esta conciencia, pero porque empecé a desear sexual y amorosamente a otras mujeres, decidí que no iba a relacionarme más con hombres. Y en ese momento me contacto con un varón autopercibido no-binario, que un mes después empieza a llamarse a sí mismo mujer trans, tenía 23 años. Lo conozco en persona un mes después de eso. Viajo 4 horas hasta su ciudad. Recuerdo que su novia tenía 16. El tipo me decía que estaba de acuerdo con cuestionar las relaciones con diferencia de edad, pero que en este caso no era pedofilia porque la pedofilia estaba racionalizada, era más light porque “estaba hablada”. Y que no habían tenido coito porque pretendía esperar a que cumpla 18 años. En uno de esos viajes también me cuenta que abusó de su ex novia, me lo dice pretendiendo dar lástima, y lamentablemente me dió lástima; yo pensaba que él no había querido hacer eso, y que “el patriarcado” como ente binario y cisnormativo lo había forzado, negando su identidad de “mujer trans”, y llevó su discurso por ese lado. Un mes después, cuando va a mi casa, me empieza a coquetear y yo accedo. Me hacía sentir que “lo provocaba”, y me culpabilizaba por ello ya que él no había hablado los términos de su relación con su novia. Me tiraba onda de nuevo, le decía si estaba seguro, me decía que sí, después me culpaba otra vez. En un momento estaba en la cocina y vino y se me apoyó detrás, cuando por fin se va a su ciudad me pongo a llorar mucho por empezar a asimilar la situación. Otra vez viajo a su ciudad. Empezamos a ver por recomendación de él, Pink Flamingos, película ultra pornográfica donde se muestran situaciones de trata de mujeres, violaciones, acoso callejero, incesto, zoofilia y especismo. En la escena donde hay mujeres embarazadas encadenadas en un pozo, le pido que la saque y obviamente me trató de sensible y exagerada. Cuando se van los padres de la casa, me abusa nuevamente y yo pensaba que podía (y debía) relativizar su sexo, “desbinarizarlo” y considerar que partes de su cuerpo podían ser los de una mujer. Si mal no recuerdo fue en este mismo viaje que me dijo que a los 13 años “se había masturbado” “con” su hermano de 7 años. En marzo viajamos a la capital, el primer día vamos a una fiesta “lésbica-trans” (sic). Había mujeres de AMMAR (sindicato proxeneta de Argentina) prostituídas haciendo poledance, parte de la cultura queer de la fiesta. Un trans de unos 26 me dió un beso de la nada. Desde ese lugar vamos al monoambiente de otro trans, amigo de la mujer con la que fuimos. “Mía” me propuso hacer un trío con ella, de 27 años. Esa noche tuve un episodio de disociación y ansiedad. Escuché a “Mía” comentarle algo a esta tipa sobre cuando cogía con su pareja, sí, la misma que supuestamente estaba esperando a que cumpla 18, es decir que me mintió para ganarse mi confianza. Podría seguir, por ejemplo que el tipo por estar estéticamente masculino se hacía llamar butch o demi/semi-chica, que por cierto, era el mismo término que usó para referirse al novio de una no-binaria, que un mes después nos enteramos que acosó a un piba de 15 años, teniendo 20 y tantos. Se mostró a favor de la pornografía animada, cuando yo le argumentaba que era para atraer a los niños a las páginas pornográficas y por tanto una estrategia pedófila, diciendo que él desde “chica” solía dibujar a sus personajes animados teniendo sexo y era totalmente paranoico lo que pensaba. También en su cuenta de Instagram tenía imágenes de My little pony sexualizadas. Sin embargo, lo que más me afectó fue el coito. En esos 10 días en la capital, tuve dos experiencias de coito con el tipo; en sus palabras: “por fin lo hicimos”. El consentimiento existió, coaccionado por las anteriores situaciones de naturalización del abuso. No me sentí más que invadida, esperando a tener un orgasmo vaginal prácticamente imposible. Sentí vergüenza de no tener un orgasmo, mientras él lo tuvo y encima me dijo que “acabamos juntAs”. Le dije que estaba para el orto, porque se notaba la diferencia de socialización de género (la forma más cercana que tenía yo en ese momento de entender que era un hombre y abusador), el tipo me reprende por “TERF”. Los últimos días empecé a tener ataques de pánico, y cuando volví a mi provincia me tuve que medicar durante un año con clonazepam. Ahora sé que ellos no pueden ser mujeres, y estoy bien mientras amo a y me relaciono con mujeres reales XX.